viernes, 8 de junio de 2007

Presentación


“Después de esta vida no hay otra”, frase popular pronunciada para disculpar actitudes, a veces licenciosas, pero que, a mi entender, no tiene la menor justificación.

La prueba de lo que afirmo es la enorme cantidad de hechos paranormales que dan vida a mitos y leyendas.

Espíritus que de una u otra forma tratan de manifestarse, sobretodo a quienes creen en ellos, han dado origen a, por ejemplo, la mitología chilota o a las historias de desaparecidos en las que fueron oficinas salitreras, hoy abandonadas. También en la zona central hay cuentos y leyendas narradas oralmente entre sorbo y sorbo de un sabroso mate, cuando el frío reúne a la familia junto a un bracero.

Una pequeña parte de esto que forma parte de nuestro folklore, quise dejar guardado en estas “conversaciones”. Contarlas todas sería imposible. Están escondidas en cada pueblito, en cada recodo de los caminos de nuestros campos, en caletas, islas y cordilleras.

Creo, sin temor a equivocarme, que cada uno de nosotros ha tenido alguna experiencia extrasensorial y si no la ha tenido, prepárense, la tendrán más temprano que tarde, quizás esta misma noche. Porque parece que después de esta vida… sí hay otra.



Llegó Agosto


Juanito recorre algunas callecitas del viejo cementerio, recoge una rama seca y la tira al basurero. Falta poco para abrir el gran portón y se sienta en una tumba a hacer hora. Siente un murmullo y pone oído: “¡Ya están cotorreando las sepulturas de la calle 100!”, comenta entre dientes. “Me voy a acercar para oír lo que dicen.”:

Tumba 101: Despierta 103

103: ¿Qué pasa 101?


101: ¡Que hoy es 1 de Agosto!


103: De veras, no me acordaba. Van a empezar a llegar los vejestorios.

101: Seguro, ya van a abrir el portón.


105: ¿Qué les pasa a las cotorras?


103: ¡Que llegó Agosto!


105: ¡Chitas!, pero creo que no tendré pega muy luego,
porque la semana pasada vinieron a dejar a la más vieja de la familia, la directora del liceo. ¿No se acuerdan las niñitas que trajeron una florcita cada una y las fueron tirando sobre el ataúd? Después una profe dijo un discurso y se fueron tan ordenaditas como llegaron. ¡Fue tan emocionante!


103: ¡Ay! ¿Qué le pasa a este viejo?, parece que está zapateandoaquí adentro.

101: Aquí las chiquillas también.

105: ¿Estarán celebrando Agosto?

101: No pues, aquí se celebra Noviembre.


105: Oigan, Juanito dice que está temblando.


103: Menudo trabajo van a tener los deudos si vienen a abrir la tumba, porque

para mí que no quedó hueso en su lugar.


101: Oiga vecina, usted lo toma todo para la chacota

103: ¡Pero si aquí todo es tan latoso!


101: ¿Y no se acuerda de algunos de esos chistecitos que dicen en los velorios?


105: Oigan, el alcalde dijo que los chistes estaban prohibidos aquí.


103: ¡Ay! Sólo porque tiene el fiambre de la directora se cree con derecho a mandunguear.


101: Pero a decir verdad, es todo tan fome… ¿Se acuerdan que
la otra noche vinieron a enterrar a un bombero al mausoleode la esquina? Todos uniformados con sus cascos brillando a la luz de las antorchas. Si yo tuviera un corazoncito se me habría hecho tiras de la emoción ¡Se veían tan lindos!

105: Sí, tienes razón. Yo me quedé helada porque pensé que eran fantasmas, pero jamás vi un fantasma tan apuesto.


103: Yo tengo una visita favorita. Es la mamá de los lolos de las motos.


101: ¿Cuál es esa historia? ¡Cuenta!

103: El 4 de Enero, dos hermanos salieron a andar en moto. La mamá les dijo: “Tengan mucho cuidado, no les vaya a
pasar lo que a su viejo”

101: ¿Y qué le pasó al viejo?


103: Le gustaba salir a correr en esos autos que parecen
cucarachas y se sacó la mugre. Lo trajeron en pedacitos. Volviendo a los niños, la mamá lo presentía. En la mitad de la carrera chocaron los dos, cayeron en un barranco y se hicieron mierda, ¡oh! perdón, el cuento es que la mamá para el primer aniversario llegó con los brazos cargados de flores, no tenía donde colocarlas. En eso llegó el viudo de la 109 y le pasó unos tarros todos oxidados. Los arreglaron muy bonitos. Al terminar, a la señora le dio un ataque de llanto y le contó al caballero toda la historia. Desde entonces todos los 4 de mes viene la señora y cuando está en la mitad del arreglo llega el viudo y le ayuda a arreglar la tumba. Claro que yo creo que ya está consoladita porque hace meses que llegan juntos y se van juntos.

105: ¡Ay que picarona es usted, 103!


103: Bueno, creo que no pasará nada todavía, porque los viejos
deben estar recién enfermándose. Mejor me voy a descansar.

101: Hasta mañana vecina


107: ¡Paz hermanos!


101: Y a esta ¿qué le pasa?


107: La vida es hermosa ¿Qué no lo ven?


103: ¿De qué vida me hablas? Aquí los que llegan a quedarse
vienen muy tiesos y los que se van parten llorando a mares.

107: Ayer vino una parejita de pololos y se sentaron en mi falda, los pobres fumaban del mismo cigarrito. Una chupá él y
otra chupá ella y parecían tan felices. Tenían un olorcito rico. Yo vi el cielo de todos colores y quería volar y volar. Se hizo tarde, apenas se distinguían los aromos. Los enamorados aprovechando que no había nadie se pusieron a hacer el amor encima mío, los patudos. En eso llegó Juanito y cuando los vio les dijo: “Mándense a cambiar los cochinos. Eso se hace en los moteles, ¡frescos!” Ellos salieron corriendo, a la chiquilla se le cayeron los churrines y el lolo se los recogió. Igual yo desde entonces ¡veo todo tan lindo!

105: Ja, ja,ja, ji, ji, ji.


101: Y a ti ¿qué bicho te picó?

105: No, si no me picó. Es que ayer se instaló a vivir una pareja de arañas en mi cruz y cuando salen a pasear, ji, ji, ji, me
hacen tanta cosquilla, ja, ja, ja. Ya se van, menos mal, espero que no vuelvan. Es mejor que descansemos en paz y de una vez ¡Adiosito!

Todos: ¡Adiós!, ¡que descansen en paz!


El Ugenio


En una parada de bus rural, vemos bajar a una joven que viene de la capital.


Charito: ¡Al fin puedo estirar las piernas! Venía tullida.

Huaso: Buenas tardes Charito

Charito: Buenas

Huaso: ¿Ta’ enojá?

Charito: No, ¿por qué?Huaso: Me pareció

Charito: Es que no estoy acostumbrada a hablar con desconocidos


Huaso: Pero yo no soy un extraño. Jugábamos juntos cuando chicos. ¿No se acuerda?


Charito: ¡Ya!, no, fíjese, no me acuerdo.

Huaso: Pero no se vaya por allá. Ese camino es muy largo. Véngase conmigo por acá, este es más cortito.

Charito: No, porque el cerro tapa el sol muy temprano y se oscurece. Además acá es más entretenido.


Huaso: ¿Más entretenido que caminar con este huaso bien plantao?


Charito: Ahora que lo dice, está bien elegante con ese traje negro, las espuelas de plata y botones de concheperla. Ni me había fijado.


Huaso: ¿Escucha cómo suenan mis espuelas cuando camino?


Charito: Así será, pero igual me voy por éste camino. Oiga ¿Y cómo sabe mi nombre?


Huaso: Ya le dije, jugábamos juntos cuando chicos. A mí me mandaron a estudiar en un internado y después encontré una peguita allá en la ciudad. Por eso no me ha visto.


Charito: Bueno, adiós, no quiero llegar tarde donde mi abuelita.


Huaso: Gueno que es porfiá, va a llegar de noche donde doña Carmelita. Salúdela en mi nombre.

Charito: Gracias, se los daré. ¿De parte de quién?

Huaso: De Ugenio, el hijo de don Pancho, el del almacén. ¡Adiós!


Charito camina un rato y se encuentra con una señora que lleva una niñita de la mano.


Charito: ¡Hola señora María! ¿Cómo estaba el río?

Doña María: Re’ helao’. En este tiempo todavía viene el agua muy helá.


Charito: Me encanta venirme por este camino, aunque es más largo, porque hay gente bañándose. Es más entretenido.

Doña María: Así es puh’ Voy a buscar a Raulito. Siempre se me escapa. Después nos vemos. (Llamando a Raulito) ¡Espera, no vas
solo!

Charito: Adiós doña María. De ahí nos vemos. (Para sí) Ya me queda poco. Ya veo a mi viejita esperándome en la puerta.


Charito llega a la puerta de una modesta casa de campo donde se encuentra una anciana sentada en un piso de paja.


Doña Carmelita: ¡Al fin llegaste! Estaba preocupada. ¡Que Dios te bendiga! ¡No faltas ni una semana!


Charito: ¡Hola abuelita! ¿Cómo has estado?


Doña Carmelita: Bien m’ijita

Charito: ¿Qué fue ese ruido tan fuerte?


Doña Carmelita: Por eso estaba preocupada. Es el cerro que se empieza a desmoronar.


Charito: No me acordaba que pasara eso.


Doña Carmelita: Es que hacía tiempo que no hacía esa gracia el cerrito. Deberían cerrar el camino corto.


Charito: ¿Es tan peligroso?

Doña Carmelita: Claro, fíjate que hace mucho tiempo, tú estabas muy chica, se cayó una piedra de este volao’ y le cayó justoen la cabeza al chico de don Pancho, el dueño del almacén. Era tan porfiado que se quedaba jugando hasta tarde en la escuela y para que no lo retaran se venía por ese camino que era más rápido.


Charito: ¿Y qué le pasó?

Doña Carmelita: Le cayó en la cabeza y se la partió como una sandía maúra.


Charito: ¡Ay, abuelita, qué terrible! ¿Y tienen más hijos? ¿Ta’segura que fue al Ugenio?


Doña Carmelita: Sí, puh, era el único hijo. No pudieron tener más. Dice la gente que a veces se aparece la muerte vestida de huaso y toma la persona del Ugenio, pa’ llevarse
más gente pal’ otro mundo.

Charito: ¡Qué susto, abuelita!

Doña Carmelita: ¡Estás tiritando, m’ijita! Entre luego a tomarse su matecito, se lo tengo listito.


Charito: ¡Ay, abuelita! Qué rico es estar aquí dentro con usted y este matecito, el pan amasao calientito y el queso
listo pa’ derretir. Me siento tan segura. ¡Gracias, abuelita! ¡Te quiero mucho!


En una isla chilota


Interior de una casa chilota. Un matrimonio de más o menos 40 años, vestidos ad hoc.


Maruja: ¿Dónde estará Rosa María?


Pelluco: A esta hora debe estar orillando la mar

Maruja: ¿En qué estaríamos pensando cuando la trajimos a este mundo que nos salió tan rarífica?

Pelluco: ¿Qué no se acuerda Maruja? Parece que estoy viendo a mi suegra el día que usted trtataba de convencerla que la había agarrao el
Trauco.

Maruja: (Riéndose) De veras Barría. “Mamá”, le decía yo, “si fue allá a la entradita del bosque, yo estaba sacando murta, pus mamá”. Y ella
cada vez más enojá “¡Ven p’acá!”, me decía, “¡Yo te voy a hacer trauco, verís!”

Pelluco: Y yo vi cuando usted salió como alma que se lleva el diablo y mi suegrita de atrás, con un pedazo de masa en la mano como que se la quería tirar por la cabeza.


Maruja: Dimos vuelta la isla corriendo y ya era tarde, yo no hallaba qué hacer, si seguir corriendo o irme pa’ la casa. ¡Catay! En eso doy la vuelta y veo que mi mamá se había caído, partí a pararla y entonces se aprovechó p’agarrame de una de las trenzas y así me llevó hasta la casa ¡Ay, que ver!


Pelluco: Y a la Rosa María le ha dao con ir a pararse arriba de la roca cuando se han ido los lancheros a pescar. Dice que ella ve clarito al Caleuche que viene con toas las luces prendías y con música bien fuerte, como si estuvieran de fiesta.


Maruja: Lo que no me gusta naíta es que empezó con ese cuento cuando se ahogó el Vinicio y ella jura que un día él va a venir a buscarla y que anda navegando en el barco.


Pelluco: Pa’ qué le voy a decir otra cosa, ¡toy bien preocupao con la historia esa!


Maruja: Por eso, Barría, yo quiero que la niña se vaya pa’ otros la’os, que vea otras personas. Aquí somos tan pocos que nos conocemos desde que nacemos.

Pelluco: ¡Sí, sí, pero yo creo que no se va a hallar en la capital. Además es tan grande esa ciudad. Yo apenas me acuerdo, porque era muy chico cuando fui con mi papá, pero la recuerdo grandaza.

Maruja: Pero es la única parte que le interesa desde que vio la revista que trajeron los mochileros.

Pelluco: Cierto Maruja, cierto. Pero me da harto julepe le diré.

Maruja: No crea que yo estoy muy tranquila que digamos, pero la chiquilla es harto viva. Allá en Ancud se sacaba muy buenas notas y dijo la señorita que era bien inteligente. Ahí paré que viene.


Entra Rosa María


Rosa María: T’a rica la tarde

Maruja: Pero no se le ve buena cara.

Rosa María: Es que hoy no es martes ni viernes y esos días no más viene el Caleuche.

Pelluco: ¿No serán ideas suyas, niña?

Rosa María: No, papá, yo sé lo que le digo. Yo he soñado varias veces que el Vinicio se baja del Caleuche en una chalupita y viene donde estoy, me toma de una mano y me lleva donde está mi ague, mi tía Quela y harta gente linda. Es como otro mundo. Todos se ríen, se ven felices, ¡muy felices!

Maruja: ¿Sería tan bonita como dicen que es la capital?

Rosa María: Sí, pero no, es distinto ¡No sé cómo decir!

Maruja: ¿Pero de verdá usted iría a la capital?

Rosa maría: Me gustaría preguntarle primero al Vinicio. A lo mejor viene mañana.

Pelluco: A mi también me gustaría ver ese barco. Usted hija dice que es tan lindo que me entusiasmé. Podríamos ir los dos mañana ¿qué tal, hija?

Rosa María: No sé, papá, porque como dicen algunos que es un aparecío y a ellos no les gusta que los vean las personas que no creen en ellos, y usted no cree pus.

Pelluco: ¡Hay que ver! Entonces vaya a acostarse al tiro porque estoy empezando a enojarme.

Maruja: Tómese este matecito de leche, niña, y se acuesta. Tome.

Rosa María: Gracias mamita, pero no se enojen por favor, porque en esto de las personas que vienen del otro mundo hay que tratarlas con mucho cariño,porque son muy delicados y es mejor no enojarlos.


Se va Rosa María

Pelluco: No se preocupe, Maruja, cuando la niña vaya a la caletita, yo la voy a seguir disimuladamente pa’ ver qué pasa y pa’ cuidarla por siaca.

Maruja: Sería bueno Barría, así estaré más tranquila.


Cambio de luces simulando amanecer


Maruja: Despierte Barría, la niña salió y usté se durmió. Sentí ruido en su dormitorio.

Pelluco: La que se durmió fue usté Maruja. Yo ya volví y la niña está acostá. Mañana le cuento.

Maruja: No, Barría, cuente al tiro que estoy empachá.

Pelluco: Mire Maruja, le voy a contar tal como lo vi. Cuando llegué, la Rosa estaba retando a unos jóvenes que estaban en la playa cantando y comiendo no sé qué cosa. El caso es que cuando terminaron, agarraron las sobras y las tiraron a la mar. Ahí fue cuando la Rosa se enojó y les dijo:


Apagón. Aparece la Rosa y unos jóvenes sentados en el suelo como el la playa chilota.


Rosa María: Segurito que va a venir la Pincoya, se va a poner a bailar y cuando termine va a poner el culo hacia la mar y los pescadores no van a traer ni un pescado, por causa de ustedes, cochinos.

Joven 1: ¿Qué está diciendo? ¿Quién es esa señora Pincoya?

Rosa María: ¿No la conocen? Es la que manda en la mar. Si alguien, como ustedes, tira la basura a la mar, ella aparece, se pone a bailar y manda a salir los pescados de las redes y los pescadores llegan con las redes vacías, en castigo.

Joven 2: Perdona, pero nosotros no conocíamos a la señora esa. No lo vamos a hacer más, perdona.

Rosa María: Además con la bulla que tenían no vino el Caleuche.

Joven 1: ¿Es verdad que viene el Caleuche?

Rosa María: Claro, si yo vine pa’ eso, porque en ese barco viene mi novio, el Vinicio.

Joven 2: Perdona ¿ya?, yo creo que mañana mismo nos vamos a otra playa, ¿verdad chiquillos?

Joven 3: ¡Claro! Yo no me quedo ni un día más.

Niña: Lo que es yo, me quedaría todas las vacaciones. Encuentro muy emocionante lo que dice esta niña. ¿Usted me contaría de otras personas como la señora Pincoya?

Rosa María: Depende, si usted cree que son puros cuentos no le enseño ná. En cambio, si usted cree lo que le voy a contar, le puedo decir unas cuantas cositas, pero mañana, hoy no, porque si me escucha la Fiura quién sabe qué me puede hacer, además es muy tarde, segurito que cuando me vaya a mi casa me va a salir al paso la Calchona y ya yo voy a ir a ninguna parte más.

Niña: ¿Es tan mala la señora Calchona?

Rosa María: No, la Calchona me asusta no más, pero si viene la Fiura no quedaremos pa’ contar el cuento. Es mala, muy mala.

Niña: ¿Ta’ segura?

Rosa María: Sí, sí. Yo nací aquí y los conozco a to’os. Ahora mejor me voy. ¡Adiosito!

Apagón, vuelve el matrimonio

Pelluco: Y partió p’acá. Entonces yo vine corriendo pa’ que la niña no me viera. Me metí a la cama justo cuando ella entró.

Maruja: ¿Y quiénes serían ellos, Barría?

Pelluco: Son niños de Santiago que vienen a conocer Chiloé ¿Ve que allá todo es muy distinto?

Maruja: ¿Cómo tan distinto? Habrán casas, igual que aquí, playas, botes, ¡igual pus!

Pelluco: ¡T’a más perdía, Maruja! No hay playas, ni botes. Me acuerdo que mi papá me dijo “Este es el río…” ni me acuerdo el nombre, y yo miré debajo del puente y no lo podía encontrar. Era bien angostito y café. Feazo lo hallé.

Maruja: Bueno Barría, prenda el fogón, que yo me voy a poner a amasar pa’ que tomemos desayuno con pancito calentito y voy a tirar unos milcaos al rescoldo también.

Pelluco: No me demoro na’ Maruja y si le pone unos chicharroncitos a los milcaos yo estaría muy feliz.

Maruja: Descuide Barría, me quedaron unos pocos de ayer, se los voy a echar. Creo que vamos a tener que matar un chancho porque no me queda ni manteca pa’ cocinar.

Pelluco: Si usté sabe que to’os los años matamos uno para su cumpleaños y ya sería la próxima semana ¿Creía que se me había olvidado?

Maruja: No Barría, si yo sé que a usté no se le olvida y si no, ¿pa’ que va ir a Ancud el sábado?

Pelluco: Güeno que es curiosa usté Maruja, no se le va ni una, así es que no le voy a comprar ni un regalo ¡va a ver!

Entra Rosa María desperezándose


Rosa María: Buenos días

Pelluco: Buenos serán si me ayuda a soplar ¿y cómo durmió? ¿Soñó con el Caleuche?

Rosa María: Ya les dije que no es puro sueño, pero anoche no lo vi.

Maruja: ¿Y qué paso, niña?

Rosa María: Cuando fui a la playa habían unos niños metiendo bulla, cantando una música chillona ¡Así nadie puede!

Pelluco: Entonces ¿no vino?

Rosa María: ¿No le estoy diciendo pus?

Maruja: Oiga mi niña, ¿Y ha pensao’ en eso que le dije de ir pa’ Santiago?

Rosa María: Sí, sí.

Maruja: ¿Y se atreve?

Rosa María: De atreverme, me atrevo, pero será bueno ¿digo yo?

Pelluco: Si está dispuesta, sería cosa de probar, como lo hizo la Natalia.

Rosa María: Pero ella tenía conocidos allá.

Maruja: Y si. Nos comunicaremos con ella pa’ que la vaya a buscar a la estación y después la deje en su trabajo y ya está.

Rosa María: ¿Y si en el camino me sale la Calchona?

Pelluco: Si ella no va pa’ esos laos. Si no, pregúntele a la abuela Chofi. ¿Usté no habla siempre con esa bruja?

Rosa María: De saludo no más. Claro que ha enseñado algunas cositas que le pregunto, como del Caleuche cuando lo vi de primera.

Pelluco: ¿Y lo de la Calchona, la Pincoya, La Fiura y las Serpientes, la buena y la mala y del Trauco…?

Rosa María: Y eso no más pus. Si es por no tener miedo no más pus.

Maruja: Yo sólo con lo del Caleuche yo ya me muero del susto, no sé como puede ir p’allá, niña.

Rosa María: ¿Y si el Vinicio me viene a buscar?

Maruja: ¿Qué dice mi niña? ¡No lo quiera Dios y María Santísima! Porque si la viene a buscar ya no la veremos más (lloriqueando)

Rosa María: No llore mamá, lueguito me iré pa’ Santiago como usté quiere, verá. (Muy Triste) Si yo sé que el Vinicio no va a venir a buscarme, pero me gustaba tanto, mamá, por eso me hice la idea, pero sé que no va a venir, porque si el Vinicio me hubiera querido llevarme, lo hubiera hecho cuando vino. Así es que no se aflija mamá. Mi profesora de Ancud me lo explicó. Son leyendas muy antiguas de aquí de Chiloé, son hermosas y fue muy lindo soñar que era verdad lo del Vinicio, pero ya pasó ¿Pero que vi al Caleuche, lo vi!

Maruja: Güeno con la chiquilla porfiá que nos salió. Lo mejor es que tomemos desayuno ligerito y que nos aprontemos pa’ ir a la Minga de los Mancilla.

Pelluco: Yo tengo los listones que les ofrecí, amarraítos. Creo que lo mejor que podrían hacer es poner la casa pa’ este lao porque da mejor el sol y las papas se dan más grandes.

Rosa María: ¿Y yo puedo ir más tardecito?

Pelluco: No se avive, niña. ¿Quiere llegar al puro curanto, acaso? Si la fiesta es pa’ los que ayudan, no pa’ los que van de mirones al final de la tarea.

Rosa María: Yo decía no más pus, es que tengo tanto sueño y quería dormir otro ratito.

Maruja: No me venga con esa. ¿Dónde se ha visto una chilota floja? Voy a ir donde la abuela Chofi pa’ que me haga un conjuro y te pongas más alentá, porque así no vas a poder ir a trabajar a ninguna parte ¡Catay!

Rosa María: No hace falta, mamá, yo nunca la he desilusionado ¿o sí?

Maruja: No niña y ¡ni te atrevas!, porque ¡yo sé cómo sacarte trote verís!

Pelluco: Bueno, menos conversa, terminemos el desayuno y vámonos donde los Mancilla de una vez.

Los Tres: Sí, vámonos, vámonos.


El Aquelarre


En la escena, una señora mayor, con ropas gastadas. Una mesa sin mantel, sillas, todo pobre y descuidado. Entra Rosa María, la nana



Señora: ¿Qué te pasó Rosa María?


Rosa María: Ná señora, ¿por qué?


Señora: Pero mira como vienes, rojas y respirando entrecortado, como sivinieras corriendo los cien metros planos o algo así.

Rosa María: No señora, si es idea suya.

Señora: ¿Crees que soy tonta? Voy a pensar lo peor si no me dices lo que te pasa.

Rosa María: Y ¿qué sería lo peor?

Señora: ¿No será que Antonio te anduvo pellizcando?

Rosa María: No señora, ni Dios lo quiera. ¿No ve que podría perder la pega?

Señora: ¿Así es que te preocupa sólo la pega?

Rosa María: Bueno, otras cosas también

Señora: ¿Cómo qué?

Rosa María: Bueno, que mi maire me ijo que si yo mordía la manzana, me iba retobaíta de vuelta p’al pueblo.


Señora: ¿Y que es eso de la manzana?

Rosa María: Esa historia que cuentan los curitas de la Eva con el Adán y la culebra y la manzana. ¿No lo sabía?


Señora: ¡Ah! del jardín del edén.

Rosa María: Así creo que se llama pu’


Señora: Bueno, no te estís corriendo. Si no fue eso ¿qué?


Rosa María: Na´señora, si son figuraciones suyas no más, y permiso que tengoque terminar la comida que ya llega el patrón.

Señora: Bueno, anda no más


La señora toma una revista y se pone a hojearla. Golpean la puerta. Rosa María atraviesa corriendo el escenario y va a abrir la puerta. Entra Antonio que se supone que es el marido de la señora o algo así.


Señora: ¿Por qué golpeaste Antonio?

Antonio: La costumbre, supongo. ¿Cómo estás?

Señora: Heladita, como siempre.

Antonio: ¿Tomemos una sangría? Porque yo estoy igual. Yo la preparo.

Señora: Buena idea.


(Los dos hacen salud y se empinan el trago. Cuando están en la mitad entra Rosa María)


Rosa María: ¡Ay señora!

Señora: Otra vez, ¿qué te pasó ahora?

Rosa María: Ná señora, es que usted no me va a creer. Son los gatos.

Señora: ¿Cuáles gatos?


Rosa María: El gato negro y el gato blanco

Señora: Parece que tienes fiebre. Aquí no hay gatos blancos ni negros.

Rosa María: Pero si endenante salió de la cocina un gato blanco y ahora se meatravesó en el pasillo uno negro.


Señora: ¿No te habrás tomado la chela por casualidad? Ya te dije que aquí no hay gatos, y trae luego las velas porque queremos cenar.


Aparece Rosa María con un par de velas y las coloca en la mesa



Rosa María: (Al público) Esta señora está más loca, una cosa es que no tenga plata pa’ comer y otra es que me haga servir los platos vacíos. Es más rara… está peinando la muñeca.

(Se siente un ruido raro, como
grito de pájaro. A Rosa María casi se le cae una bandeja). ¿Qué fue eso, señora?

Señora: ¡Que eres asustadiza! Es mi mascota, la Alejandrina, una hermosa lechucita.


Rosa María: Perdone señora, pero no la había visto ná. (Al público) A quién se le ocurre tener de mascota a una lechuza (se va)

La pareja se sienta frente a los platos vacíos que colocó Rosa María. La señora toca una campanilla.

Rosa María: ¿Mande?

Señora: El segundo plato pues, Rosa María.

Rosa María: Al tiro señora. (Se lleva los platos. Entra de nuevo con dos platos
también vacíos)

Señora: Le he dicho tanto a Rosa María que me gustan las pastas al dente. (Entra Rosa María tiritando ostensiblemente) ¿Qué pasa ahora, Rosa María?

Rosa María: Allá afuera, señora, en la ventana.

Señora: ¿Qué hay en la ventana? ¡Paciencia!

Rosa María: Un joven estaba mirando p’adentro.Señora: ¿Y te asusta un joven? ¿Desde cuando? (riendo)


Rosa María: Es que es tan raro...


Antonio: ¿Qué tiene de raro?

Rosa María: Tiene un sombrero con una pluma grande y se estaba riendo y se le veía un diente de oro. Además tenía un ojo tapado.


Antonio: Rosa María, no me cabe duda de que está delirando, ándate a dormir porque debes tener mucha fiebre (riendo). Seguro que el cambio de clima te afectó.

Rosa María: Sí, patrón. Buenas noches. Ojalá que no me encuentre con los gatos otra vez, porque los aborrezco. (Sale)


Tocan a la puerta, se para la señora a abrir y entra una dama vestida como Morticia.


Angustias: ¡Hola Encarnación! ¿Cómo te ha ido?

Señora: (Es Encarnación) Más o menos, Angustias. Hoy están muy indisciplinadas nuestras mascotas, aparecieron antes de tiempo.Están impacientes por empezar la sesión y como tú ves, eres la primera en llegar. ¿Trajiste los naipes?


Antonio: Pero si aquí tenemos tres naipes. Uno inglés, otro español y el del tarot. Están en la cómoda junto a las ruanas.

Señora: Ay, a veces pierdo la memoria y eso que apenas cumplí 210 años. Fíjate que contraté una empleada. Lo malo es que es tan miedosa. Fíjate que el Corsario Negro llegó temprano y como es tímido, se puso a mirar por la ventana; esta niña lo vio y casi se desmaya. No creo que vuelva al menos por hoy.


Antonio: En todo caso, La viuda de los caminos también dijo que vendría. Debe estar por llegar. Voy por las cartas.

Entra otra mujer con vestido color gris y con un velo en la cara.

Señora: Hola Viudita de los Caminos, llegaste muy a tiempo, como siempre.

Viuda: Sucede que cuando tenemos un aquelarre, me gusta trabajar cerca. Recién me aparecí dos cuadras más allá en la avenida. Hubieran
visto la cara que puso el gallo del camión, se fue derechito contra un poste, casi choca contra una camioneta que venía llena de monjitas. Una gritó: “¡San Expedito”, y no les pasó nada, por un milímetro. ¡Ese caballero, Don Expedito, siempre me hecha a perder mis mejores momentos!

Angustias: ¿Y el chofer del camión? ¿Cómo quedó?

Viuda: Él voló, voló.

Todos: Bravo, bravo, así se hace. ¡Buen trabajo!

Viuda: El otro día sí que fue entretenido. Iban unos lolos en una camioneta curaítos por el Parque de los Reyes y cuando me vieron, se fueron derechito al Mapocho. No les pasó gran cosa, aparte de espantárseles la borrachera, pero todavía debe estar nadando y peleando con los guarenes.


Señora: Ay, pobres animalitos. El susto que deben haber pasado.


Antonio: Bueno, ¿empezamos o esperamos a la Dolores? ¿Quién más va a venir hoy?


Angustia: Va a venir la Soledad, esperemos otro ratito. Podríamos tomarnos un traguito mientras tanto. ¿Qué les parece? También quedó en venir Vinicio, el cocinero del Caleuche. Deben estar cerca porque los gatitos ya se están acomodando. ¡Son tan sentidotes! ¡Me olvidaba!, Dolores me avisó que no venía. Estaba demasiado adolorida.


Viuda: Veo que están preparando las cartas del tarot y ¿no íbamos a llamar los hermanos Espíritus Errantes hoy?


Todos: De veras, tienes razón. Si hoy es viernes.

Señora: Bueno, vayan tomando sus puestos. Esperaremos unos minutos más. Vinicio es tan entretenido y la Sole muy graciosa. Se echan de menos. Tomemos otro traguito mientras ponemos la bola de cristal.
Angustias, ¿Por qué no enciendes el incienso?

Angustias: Sí, claro, eso me encanta. Traje de Romero.

Viuda: ¡Qué lindo!, ese es el más indicado.

Señora: Sentí la puerta, debe ser Vinicio. Voy a abrir.


Abre la puerta y entra un joven vestido de marinero chilote.


Vinicio: (En tono de discurso) ¡Que esta noche lleguemos a las dimensiones más remotas y nos comuniquemos con los que han alcanzado un buen lugar de obsrvación, para que nos informemos adecuadamente!


Todos: ¡Sí, si, es lo que queremos!

Vinicio: (En tono teatral) No cierren la puerta, siento que viene la Sole. A la una, a las dos y a las tres.

Cuando él dice tres, aparece Soledad.

Soledad: Perdonen el atraso. ¿Dónde me instalo? Estaba leyendo “La Casa de los Espíritus” y se me pasó la hora volando.


Antonio: Bueno, ya estamos todos. Son justo las doce, empecemos. ¡Atención! Concentrémonos, tomémonos de las manos y pensemos, ¿en quién podría ser? Propongan nombres, hermanos.


Viuda: ¿Por qué no llamamos a Napoleón? ¡Es tan apuesto!

Soledad: No, porque en otra ocasión tratamos de conectarlo y dijo que le dolía mucho el estómago y por eso no daba entrevistas. ¿Ves que en las fotografías sale con la mano en la guata?

Señora: Bueno, propón otra persona entonces.

Angustias: ¿Y si llamamos a tu marido Viudita?

Viuda: ¡Ni se te ocurra! Con lo que me costó mandarlo para el otro mundo. Capaz que venga a tomarse venganza y me haga quién sabe qué.

Señora: Ya pues, digan nombres.

Viuda: ¿Y Nerón?

Antonio: No, nos puede incendiar la casa.

Señora: ¡Basta!, creo que esta noche están especialmente chacoteras. ¡Concentrémonos!



Suenan cascos de caballos. Voz en off de Manuel Rodríguez.



Manuel R.: Quién me llamó

Viuda: Yo, don Manuel Rodríguez. ¿Cómo llegó?

Manuel R.: Muy bien Viudita, haciéndole el quite a los realistas y como son tan asopaos, fue fácil. Usted siempre tan buenamoza Viudita. Espero que esta noche me deje la puerta sin tranca y que mande a sus indios a acostarse tempranito.


Viuda: Ay, don Manuelito, no me diga esas cosas delante de mis amigos, que me ruborizo.


Manuel R.: Pero con ese velo ni se le nota. ¿Y me averiguó para dónde va a ir el vejete de Marcó del Pont este fin de semana?


Viuda: Sí, me dicen que a Mendoza a comprarse unas botas, porque el cambio estuvo muy favorable en la Bolsa últimamente.

Manuel R.: Ah, por esi andaban por allá los cabros Carrera. ¡Como les gusta andar siempre bien pinteados!


Viuda: No se ponga celoso, don Manuelito, que usted es mucho más encachado. Porque lo que es Don Miguel y don José Manuel son unos momios estirados y relamidos que me caen mal. En cambio usted es sencillito, está con el pueblo ¿no es así?


Manuel R.: ¡Ahora y siempre! Pero ya me voy, porque siento olor a Talaveras y les tengo mala. Acuérdese de esta noche. Adiós, adiós.

Viuda: ¡Adiós! (suspira)

Se escucha un ruido de latigazos.


Quintrala: ¿Quién se atrevió a interrumpir mi descanso?

Antonio: Yo, doña Catralita. Perdone, pero tenía tantas ganas de oirla.

Vinicio: Y yo también.

Quintrala: Los perdono, porque hoy es viernes y los viernes me gusta echar un vistacito por los moles de Santiago, pero para otra vez los azotaré en el tronco igual que a Isaura. ¡Ya verán! ¡Con la Quintrala no se
juega!

Antonio: Catralita, te ves tan hermosa cuando te enojas. Parece que sale
fuego de tu pelo cobrizo. Si parece que te estoy viendo todavía.

Vinicio: Sí, y tus ojos verdes brillan como dos esmeraldas.

Quintrala: Ya me dicho eso mucha veces, por eso me paso enfadada. Pero estoy aburrida de los mismos piropos, parece teleserie colombiana, ¡cónchale vale!


Señora: ¿Y qué quería ver en los moles doña Quintralita?

Quintrala: Una buena estufa a gas para el invierno, porque mi casa es tan helada y el brasero hecha más humo que los buses amarillos y me acusaron de contaminar el ambiente. ¿No han visto por aquí a Juan Moya por casualidad? No sé dónde se metió y no voy a ir sola de compras. Si lo ven, díganle que lo ando buscando y que ya se ganó unos cuantos correazos. Voy a seguir buscándolo. Seguro que se metió en un café con piernas. ¡Adiós!

Vinicio: Adiós Quintrala. ¡Ay! (suspira)

Se escucha ruido de mar.


P. Neruda: ¡Quiero escribir los versos más tristes esta noche…!

Soledad: No pues, don Pablito, si esos ya los escribió, ahora póngale más güendi. Acuérdese de los asados que hacía en Isla Negra con don
Chicho. Esos bien regaditos. Y a propósito, ¿cómo está él?

P. Neruda: ¿Don Chicho? Muerto de la risa. Dice: ¡en el medio forrito que se metió la Michelle, no sabe con la chichita que se está curando.


Antonio: ¿Y a divisado a la Gladicita?

P. Neruda: No, pero escuché que estaban organizando un desfile para entregar un petitorio a San Pedro, porque no quería dejar entrar a no sé
quién. No me cabe duda que lo está organizando ella. Ahora me voy apurado a Valparaíso. ¡Tengo unas ganas de comerme un caldillo de congrio! Adiós muchachos, prometo bailar un tango en honor a ustedes. ¡Adiós!

Todos: Adiós don Pablito. ¡Adiós! Saludos a doña Gabriela.


El ruido de mar más fuerte aún y la sirena de un barco
.


Arturo Prat: ¡No se vayan todavía! ¡Nunca esta bandera ha sido arriada, espero que esta no sea la ocasión de hacerlo! ¿Almorzaron ya?


Señora: Pero don Arturito, ¿qué le pasa?

Arturo Prat: ¡Ay!, alcancé a saltar a bordo. ¿por qué se van tan pronto? Todavía no aclara ¿saben?, me apura mandar un recado a un tal señor
Foxley. ¡Es una orden!

Vinicio: Sí mi comandante. ¡Como usted ordene!

Arturo Prat: El mensaje es el siguiente: ¡Pobre de usted señor Floxley, si le da un pedacito de mar a los bolivianos, se le dará de baja inmediatamente, además yo vendré personalmente todas las noches a tirarle el poquito pelo que le queda y por último, mis oficiales sabrán cumplir con su deber! Díganle eso no más.

Antonio y Vinicio: ¡A su orden don Arturito!

Arturo Prat: "Mi comandante", se dice.

Antonio y Vinicio: ¡A su orden mi comandante! ¡Como usted mande! ¡A su orden!


Se escucha la voz de una mujer que viene cantando



Marilyn: Happy birthday to you, happy bithday to you. Happy birthday mister president. Happy birthday to you.


Antonio:
Marilyncita, ¡qué gusto oírla!

Marilyn: ¿Quién hablar to me?

Antonio: Soy yo Marilyncita, su eterno admirador.

Marilyn: ¿Cómo hablar you?

Antonio: Yo soy Antonio, de Chile.

Marilyn: ¡Oh, que suerte! Anthony, Viña del Mar, gaviotas. ¡Qué lindo!

Antonio: No Marilyncita, yo no soy el Anthony de Viña. Soy Antonio Chamorro de Santiago no más.

Marilyn: ¿Anthony de Santiago? ¡Qué pena! Por un moment, me pensar que…
¡Oh! I am very sad. ¿Tú tener Coca por casualidad para pasar la pena?

Antonio: No, ni aunque tuviera. Eso le hace muy mal, se puede hasta morir.

Marilyn: Tú ser despistado. ¡Me morir hace años!

Antonio: ¡Oh, eso es cierto! ¿Y cómo fue eso? ¿Cómo murió, mi reina?

Marilyn: No poder decir, secreto de sumario. ¿Y la Coca?

Antonio: Lo siento, aquí nadie jala. Hace mal, le dije.

Marilyn: Yo ir inmediatamente a los estados Unidos. Allá todos obligados a tener Coca Cola. Ustedes ser país subdesarrollado. ¡Me voy!, ¡bye!


Se escucha el canto de un gallo.


Antonio: Hermanos, ya está amaneciendo. Es hora de retirarse a descansar.

Señora: Sí, creo que esta reunión fue muy agradable. Ninguno recordó las preguntas que queríamos hacerles a nuestros queridos hermanos errantes, pero que en la vida terrenal, como en la de nuestras
dimensiones, no todo ha de ser obligaciones ni grandes responsabilidades, sino que también hay que cultivar la alegre convivencia y disfrutar de una linda amistad. Gracias queridos, espero encontrarme con ustedes en unos diez… o quince años más, pienso que estaría bien. ¡Adiós!

Todos: Adiós, Encarnación. Si nos necesitas ya sabes nuestros celulares.

¡Chao!

ApagónHay sólo una mesa empolvada y una silla tirada. Otra en pie. Todo empolvado como si no se hubiese ocupado desde hacía años. Entra Rosa María restregándose los ojos.


Rosa María: (Llamando) Señora Encarna, ¿dónde se metió? ¿Y los otros? Había tanta bulla anoche que apenas pude dormir un poquito en la mañana y ahora no encuentro a nadie y está todo pelao. ¡Esta casa
es muy rara!... ¿serán todas las casas así en Santiago? Lo que es yo, me voy pa’ mi pueblo. Bien me decía mi taitita que no iba a durar un día. Pero, ¿cómo me voy si no tengo ni uno? (llamando) ¡Señora Encarna, págueme el día siquiera, pa’ irme con mi madrecita santa!

(Una pequeña luz ilumina la mesa)


¿Y esto qué será?, ¿quién lo puso
aquí? Yo no lo había visto. ¡Es platita! (Contándola) Y es justo lo que vale el pasaje, ¡qué rico! Gracias señora Encarna, donde esté. Porque fue usted ¿verdad? (saltando feliz) ¡Allá voy mamita, papito… vayan a buscarme al bus! No vuelvo más a Santiago. No es pa’ mí. Tenía razón. ¡Allá voy!